
Esencial: tuve una infancia muy feliz.
Fui inoculado por el virus del Periodismo de día, en el colegio, en cuya puerta leía cada mañana: “La verdad os hará libres”; y, de noche, devorando los tebeos de Tintín.
He arribado en mi periplo profesional a puertos periodísticos de papel, internet, radio y televisión así como a asociaciones cívicas.
Lo mejor que tengo no se puede comprar ni vender: la familia que me dio Dios al ser creado y nacer; la que encontré por el camino de la vida y que forman mis amigos; y, por supuesto, la que construyo con mi mujer.
Más allá de los párrafos, me puedes encontrar tocando la guitarra, en la montaña o disfrutando de las olas en un mar bravío.
Procuro leer todo lo que puedo. Sobre todo, de Historia, Política y Espiritualidad. Me interesa la novela que edifica.
Aspiro a morir diciendo: «He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe».
Y todo lo demás, por añadidura.
Un lema, entre otros muchos: «Servir es vivir».