2022: A por la puerta grande

Ilustración de un torero en el tentadero de Núñez del Cuvillo a partir de una foto de Nicolás de Cárdenas.

Este 2021 ha sido un año extraño en mi trayectoria laboral. Llegaba el verano y me comunican el fin de un proyecto con el que me sentía a gusto. Tenía mi sitio estable, me autogestionaba de manera plena, sin pegas por parte de los editores, ofreciendo puntos de vista valientes y comprometidos con la verdad y el bien común de la sociedad. O sea, hacía periodismo.

No es que no hubiera estado sin trabajo antes, pero sí ha comenzado una etapa absolutamente inédita en mi vida laboral, en la que sigo. Estoy aprovechando para reenfocar mi carrera, aprender de cero a desarrollar una web, volver a estudiar en la Universidad materias en las que quiero profundizar para hacer divulgación, etc.

Por el camino, se han frustrado dos oportunidades laborales muy claras a la vuelta de verano, pero de ambos procesos he aprendido mucho. Y he reanudado mi colaboración con LoComunicas, agencia de comunicación a los mandos de mi querida amiga y compañera Rosana Ribera.

Este tiempo está sirviendo además para dedicar más de lo que nunca hubiera imaginado a ayudar a matrimonios y parejas de novios a aprender a amar, una asignatura esencial de nuestras vidas que casi nunca abordamos con profundidad y verdad. También para recuperar viejas amistades y fomentar nuevas. Y para atender con paciencia y esperanza asuntos que en otra circunstancia no podría afrontar de igual manera.

Quiero que el trabajo, con todas sus dificultades, peligros y riesgos se convierta en arte, luz, espectáculo, verdad y belleza

Han sido seis meses muy provechosos, en los que me asomo cada vez más a la posibilidad de hacerme autónomo, con todo lo que supone de riesgo, libertad, trabajo, responsabilidad, incertidumbre y disfrute. Nunca lo hubiera pensado meses y años atrás. En mi caso, ha sido clave la circunstancia, sí, pero también la experiencia y el apoyo incondicional de mi mujer. Ella es el motor de todo.

Y así espero seguir unos meses, a pesar de que algunos no comprendan que no dedique horas infinitas a arrojar mi currículum al cesto de frías ofertas laborales. La Providencia me ha regalado un tiempo precioso para, como los buenos toreros, templar el pase, sosegar la faena y sacar así lo mejor del morlaco laboral.

Porque no quiero que la vida laboral sea una batalla contra el trabajo. Quiero que el trabajo, con todas sus dificultades, peligros y riesgos se convierta en arte, luz, espectáculo, verdad y belleza.

Y aquí estoy, de corto, toreando de salón, entrenando mucho y soñando con esperanza y grandeza, aguardando el momento de vestirme de luces al compás de las cuentas de un rosario, pasar por capilla, debutar con picadores y abrir la puerta grande.

Y que ustedes lo vean. Por derecho.

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