Bendita mala memoria

Bendita mala memoria / nicolasdecardenas.com

Todos tenemos la experiencia de que la vida, en ocasiones, nos supera. No alcanzamos a resolver todo lo que quisiéramos y la famosa conciliación entre lo personal, lo laboral y lo familiar parece una utopía inalcanzable.

Con todo, cuando falta el aliento ante tantos frentes abiertos, pero se está en armonía, uno es capaz de sobreponerse y atravesar las vicisitudes con mente de aventurero: cada agujero, cada estrechez, cada peligro es visto como una oportunidad de superación personal o de descubrimiento sensacional, acaso profundo.

En cambio, cuando falta la paz, todo lo demás se hace aún más cuesta arriba. Muchas son las causas que pueden provocar la aparición del nerviosismo, la ansiedad o el mal humor. Eso, en el mejor de los casos, pues hay efectos mucho peores que pueden llegar a la enfermedad física o mental, el aislamiento social o el rechazo de los más cercanos.

El eminente psiquiatra Enrique Rojas afirma que para alcanzar la felicidad resulta necesario añadir, a la buena salud, la mala memoria.

Como se puede apreciar en todo planteamiento aparentemente sencillo a poco que uno se esmere, hay mucho trabajo de tramoya y entre bambalinas para triunfar ante el público, en el sentido más profundo del término, sobre las tablas del teatro de la vida. O, al menos, para vernos resplandecientes, pues una adecuada autopercepción es imprescindible para nuestro equilibrio mental, espiritual, físico y social. Que no son otras las dimensiones constitutivas del ser humano.

De nada sirve volver y volver a pequeñas y grandes ocasiones en las que hemos sido heridos de cualquier forma. Porque el que vuelve y vuelve sólo revuelve

Respecto de la buena salud, sobre todo física, poco podré añadir a lo mucho que se explica cada día en numerosos formatos que van desde el refranero castellano más añejo hasta el trainer influencer más relevante que se puedan ustedes cruzar en una red social, pasando por cualquier medio de comunicación de masas.

Sólo me gustaría puntualizar a este respecto, que la buena salud física y psíquica pasa de forma necesaria por tener un concepto equilibrado del sentido y el significado de nuestro cuerpo. No somos sólo cuerpo, pero somos cuerpo.

Y nuestro cuerpo está constitutivamente sexuado, de tal forma que su configuración molecular, hormonal y física tiene influencia en nuestra psicología, en la forma en que configuramos los afectos y la memoria, en cómo nos relacionamos con los demás, en cómo expresamos nuestras ideas… Mens sana in corpore sano. Si está todo inventado.

En cuanto a la mala memoria, la invitación es clara: hay que fomentarla respecto de lo que nos ofende, nos duele, nos reconcome y nos amarga. De nada sirve volver y volver a pequeñas y grandes ocasiones en las que hemos sido heridos de cualquier forma. Porque el que vuelve y vuelve sólo revuelve: en sí y en los demás.

Hay que soltar lastre, aunque cueste y tal vez duela. El pasado no se puede cambiar. Y, aunque haya podido dejar alguna huella en nosotros, ya no existe. Sé que en determinados casos esto pueda sonar imposible e irreal. Pero es cuestión de vida o muerte. ¿Qué es la felicidad sino tener vida plena? ¿No es la infelicidad estar de alguna forma muerto en vida?

Si somos capaces, por la voluntad, de convertir un sentimiento de afecto en una decisión firme de amar, somos capaces de convertir una herida de la memoria en una mella menor

Es verdad que todos arrastramos algunos fardos que nos molestan en el caminar vital. Unos serán más pesados que otros. Yo mismo me he sorprendido asaltado en mitad de la noche por recuerdos ingratos de injusticias, duelos del pasado o errores cometidos.

Olvidar es el camino más seguro para hallar esa paz necesaria, ese equilibrio que nos permita vivir. La memoria está ligada a los sentimientos. En algunos casos, de forma muy marcada. Tal vez por eso creo que, en cierto sentido, se parece al amor, obviamente vinculado a las percepciones externas e internas sobre un otro que nos interpela al encuentro.

Esa ligazón con lo sentimental, sin embargo, no lo es todo. Tanto el amor como la memoria, facultades preciosas del ser humano, se construyen también desde la voluntad.

Del mismo modo que el fogonazo inicial del enamoramiento, si madura, es fraguado por la voluntad a través de los años, el impacto de un hecho concreto en nuestra memoria puede ser modulado.

Si somos capaces, por la voluntad, de convertir un sentimiento de afecto en una decisión firme de amar, somos capaces de convertir una herida de la memoria en una mella menor, en una cicatriz amortizada, sobre la que ya no merece la pena contar la batallita correspondiente.

Respirar por la herida no trae más que disgustos. Para uno mismo y para quienes te rodean. No digo que sea fácil, que hay heridas terribles. Pero hay que ponerse manos a la obra.

El pasado no lo podemos cambiar, bien es cierto. Pero tenemos el presente para construir un futuro desmemoriado y feliz. Bendita mala memoria.


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2 comentarios sobre “Bendita mala memoria

  1. Me he sentido interpelada, querido Nicolás… ¿Será porque «gozo» (entrecomillo porque me pregunto si el verbo adecuado es «gozar» o sería mejor «sufrir») de bastante buena memoria? Aunque dicho sea de paso, creo que me estoy haciendo mayor, porque últimamente me sorprendo a mí misma no recordando algunos detalles…
    Bueno, volviendo a tu última entrada en tu blog, la memoria puede educarse. Con ello quiero decir que, si bien es bueno olvidar aquellos recuerdos amargos que nos llenan de resentimientos, en ocasiones, si eso no es posible porque nuestra memoria los retiene, sí que podemos darles un uso, una evocación… filtrada por nuestra inteligencia y voluntad. De ese modo, le daremos a esos hechos su justo valor y podremos graduar el dolor que nos suponen. Transformando esos recuerdos en deseo de perdonar y amar, nuestro resentimiento se diluye y nos sentimos mucho más plenos y felices.

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