Patente de corso posmoderna

Como es conocido, los corsarios eran algo así como piratas legales -con patente de corso-. Se dedicaban a desvalijar y hundir embarcaciones de naciones enemigas en tiempos de guerra… y en tiempos de paz si la ocasión se ponía a tiro. La palabra corsario proviene del latín cursus que significa carrera. Por lo tanto, los corsarios fueron saqueadores de los mares que hacían «carrera» a costa de quienes gobernaban.

Hoy, como antaño, la práctica de la guerra de corso sigue vigente. Los piratas posmodernos a sueldo de los gobiernos -de partidos distintos- adheridos al combate contra la verdad del ser humano mantienen este peculiar modus vivendi, pero actualizado.

Claro es que ya no es necesario saber interpretar las ‘cartas de marear’ -como se nombraban los mapas en tiempos de Juan de la Cosa-, afilar el alfaje o cargar con p´olvora y plomo espontones, chuzos y arcabuces. Tampoco son objetos directos de su codicia y fiereza galeones, goletas, carabelas o fragatas.

Han trocado las armas físicamente mortales por una avalancha ingente de consignas ideológicas contra natura que matan el alma. Tampoco son ya sus víctimas directas las de entonces. Ahora dirigen sus embates de forma preferente contra la infancia y la juventud.

Lo que no ha cambiado es el beneficio económico que les reporta. Veamos dos ejemplos:

El líder de la escisión podemita Más País, Íñigo Errejón, fue grabado arengando a sus seguidores en estos términos: «Hace falta una estructura económica autónoma que vaya a permitir acoger una buena parte de los cuadros militantes que hoy se están dedicando a los trabajos institucionales». Traducido: cuando dejen de cobrar sueldo público, que cobren subvenciones con cargo al erario público a través de los chiringuitos. Y enfatizó: «La militancia no se sostiene sólo del aire«. En eso no se le puede reprochar falta de sinceridad. O sí. Luego lo veremos.

No se trata de demonizar la subvención porque sí. Un cierto nivel de inversión pública para mejorar la vida de los ciudadanos es necesario. Y , como casi todo en esta vida, la asignación económica a través del BOE no es buena ni mala por su propia esencia, sino en función de cómo se conceda y cómo se utilice. Hay actividades, esfuerzos culturales o desarrollos industriales que deben ser impulsados con políticas públicas. De eso no nos cabe la menor duda.

Lo que no tiene un pase es el fomento a cargo de los impuestos de grupos y organizaciones que machacan las bases mismas de la sociedad -estructuras de pecado según la Doctrina Social de la Iglesia-.

Repartidas con justeza y justicia y destinadas a fines nobles y buenos, que respondan a la verdad del ser humano, las subvenciones son una bendición

Frente al escándalo de los corsarios posmodernos, es refrescante comprobar que existen grupos de personas arriesgadas, clarividentes y empecinadas -en el mejor sentido histórico genuinamente español- que se lanzan a los mares abandonados a la Providencia y confiados en el óbolo de la viuda para sostenerse.

Así es que ¿Errejón estaba en lo cierto cuando señaló que «la militancia no se sostiene sólo del aire»? En parte, ya lo hemos señalado, está en lo cierto. Todos tenemos unas necesidades vitales que cubrir y está bien que el Estado colabore en este empeño. Y no me refiero sólo a las más imprescindibles en el orden material, intelectual o social (comida, casa, educación, seguridad), sino también a otras que pueden parecer más prosaicas, pero que están enraizadas en lo más profundo de nuestro ser relacional: familia, amistad, esparcimiento…

La reflexión debe pivotar para mayor provecho no sobre su existencia, sino en el cómo y el para qué. Repartidas con justeza y justicia, y destinadas a fines nobles y buenos que respondan a la verdad del ser humano, las subvenciones son una bendición.

Si, al contrario, fomentan la vagancia, la intolerancia, la mentira, la discordia o el odio y buscan subvertir el orden natural de lo creado, incluido el ser humano, las subvenciones son una maldición. Mucho más si esta perversión de los fines viene acompañada por una corrupción de los medios con que se distribuyen dichos fondos.

Convencido, como señaló Chesterton hace un siglo, de que es necesario no rehuir la calificación moral en el comentario periodístico de la actualidad, concluyo: No está bien que unos pocos -o muchos- hagan carrera de la piratería legal subvencionada. Ni aunque nos sobrara el dinero.


Puedes seguirme en:

TW: https://twitter.com/cardenasnicolas
FB: https://www.facebook.com/nicolasdecardenascom
IG: https://www.instagram.com/nicolasdecardenascom/
TG: https://t.me/Nicolas_de_Cardenas

Página de inicio

Un comentario en “Patente de corso posmoderna

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: