«Mi casa será casa de oración; pero vosotros la habéis hecho «una cueva de bandidos»

Nosotros también somos templo, que debiera ser casa de oración. Sin embargo, no nos faltan bandidos que nos roban el silencio, la confianza, la entrega, la esperanza o la paz. ¿Dejamos que Cristo lo purifique o seguimos negociando con la tentación?

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