Jesucristo tuvo palabras y acciones que no siempre comprendemos, o que nos puede parecer «exageradas». Si algo nos escandaliza o chirría el problema es nuestro. En ese caso, hay que volver a ello una y otra vez hasta purificar la mirada y el corazón. Y seremos dichosos.
Palabra de Dios: «Dichoso el que no se escandalice de mí»
