Cristo no tiene necesidad de reivindicarse. Pero sí de advertirnos que no nos quedemos mirando el dedo que apunta a la luna. Nos puede pasar que, determinadas expresiones de la piedad nos obnubilen y no lleguemos a Cristo. Igual, si somos testigos, procuremos llevar al Señor a otros.
Palabra de Dios: «El testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan»
