La tragedia de nuestro mundo -y de nuestras vidas, tantas veces- es que no acogemos a quien es nuestra salvación. Es quien nos revela nuestra naturaleza, lo que somos y a qué estamos llamados. Si fuéramos conscientes de que abrazarlo nos da el poder de ser hijos de Dios…
Palabra de Dios: «Los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios»
